Por William Fuquen
Los grandes clásicos de la literatura, muchas veces son cogidos con pinzas por el respeto que se les tiene, al punto de que gran cantidad de lectores no se sienten “dignos” de leer dichas escrituras encumbradas, esto ha ocasionado que los jóvenes sientan que la lectura es una actividad para los grandes técnicos y no hacia ellos.
¿Qué es un clásico?
Antes de nada, ¿qué es un clásico?, Alejandro Alba García, editor y docente de la Universidad Nacional, nos comentó que un texto clásico corresponde aquellos libros que encajan durante una situación cultural, haciendo que la obra se lea con más devoción, por lo que, en muchas ocasiones, los clásicos cuentan las circunstancias que se podrían estar viviendo en esa época.
Esto hace que a los clásicos se les genere una especie de aura, volviéndose intimidantes ante las personas que no tienen algún tipo de educación superior en literatura, hasta algunos catedráticos de la escritura dicen que ellos son los únicos capaces de leer este tipo de obras al ser los únicos que desglosarían al 100% el libro.
El valor de un clásico
Miguel Mendoza, escritor y docente, menciona que el verdadero valor de un clásico es que tienen un lenguaje universal, al poder identificarse con los escenarios, personajes y situaciones que transcurren durante la obra, poniendo el ejemplo de Hamlet, el “ser o no ser” se aplica a cualquier situación de la vida cotidiana.
Por esta razón, le debería poner esta aura y dejar de verlos en un pedestal y ponerlos como lo que son, libros, y por lo que transmiten se pueden releer en diferentes etapas de la vida y va a cambiar el significado con el que cada uno interpreta su lectura, lo que ayuda a que las personas se vayan enganchando al hábito de leer.
Los clásicos pueden ser contemporáneos
Los clásicos de la literatura infantil también entran a las interpretaciones actuales, permitiendo que sean contemporáneos a pesar de haber sido escritos hace años, María Isabel Alarcón, nos pone como ejemplo Caperucita Roja, sobre su enseñanza de ser precavidos con las personas que tratamos, ya que nunca sabemos quién podría ser el Lobo.
Esto permite que los adultos puedan hablar de temas complicados con los niños, y así mismo ellos lo puedan comprender de mejor manera y asociándolo a las situaciones vistas en el libro, por lo que sirve como conector generacional para al tener diferentes interpretaciones de lectura.
Bajo esta primicia, Miguel Mendoza dice que los docentes no pueden estar ajenos a lo que está pasando en la actualidad y evitando las situaciones se recurre al famoso “el que no conoce su historia, está condenado a repetirla” por eso ayudar a lo que está en tendencia, tienen una correspondencia a un clásico.
El verdadero ser de los clásicos
Miguel, en concordancia con sus colegas de panel, señala que “los libros son la máquina de empatía más grande de la vida, ya que es el único medio en el que te permite estar en diferentes puntos de vista por la cantidad de personajes, situaciones e historias que surgen en una sola obra, por lo que enseñaría a los jóvenes sobre el valor del otro como persona”.
Los clásicos tienen esa connotación para que las personas tengan una guía de qué empezar a leer, si quieren incursionar en el mundo de la lectura y no debería ser vista como obras especiales sólo para ciertos profesionales, sino como un espacio que ayude a los demás a comprender diferentes situaciones de la vida a través de un libro.
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