Quijotadas. El abuso de la libertad de expresión

Por Javier Correa Correa

jcorreac@ucentral.edu.co

Una españoleta de cuyo nombre no quiero acordarme escribió en una revista –ya se imaginarán cuál, que publican cada semana– una carta abierta a la hija adolescente del Presidente Gustavo Petro, en la que amparada en la libertad de expresión vocifera –como es su costumbre– contra todo lo que esté relacionado con el Gobierno del Cambio. 

Con el título explícito de “Carta a Antonella Petro”, y con un discurso moralista como el empleado por el dictador ibérico Francisco Franco hace casi un siglo, afirma que “Me dirijo a usted, aunque no leerá esta columna, porque encuentro descorazonador que una adolescente crea que las proclamas incendiarias, calumniar a tus oponentes y mentir sin ruborizarse sean el camino recto que deba seguir la juventud en un mundo que ya soporta demasiados incendios”.

Incendiaria ella, quien además la tutea, como si fuera una familiar o una amiga cercana. En el párrafo siguiente la vuelve a tratar de “usted” pero más adelante le dice –de nuevo con exceso de confianza– que “lo aprenderás, Antonella”.

Qué feo que mezcle los pronombres, alguien que se dice periodista y que nació donde nació el idioma en el que escribe. Se ampara en la libertad de expresión para violar la ley, al involucrar a una menor de 15 años de edad en su diatriba de odio hacia el primer mandatario del país, elegido democráticamente. Y qué feo que utilice a Antonella Petro con un discurso con el que, además, pretende lavarse las manos, como cualquier reyezuelo de hace dos mil años: “Para no continuar por sendas intrincadas, propias de adultos, le propongo un ejercicio acorde a su edad”. 

No se trata en esta columna –la mía, las Quijotadas– de defender al Presidente de la República, sino de defender los derechos de una menor de edad. La columna de la españoleta sí es para atacar al Presidente, y para eso no duda en utilizar los más rastreros recursos. ¡Qué pena con el periodismo!

Ilustración Antonella Pero / Crédito: Cizañero en su cuenta de X

“A palabras necias, oídos sordos”

Antonella Petro cita esa frase para responderle a la “periodista”. Le aclara que “a todos los actos públicos a los que he ido, lo he hecho por voluntad propia y no porque mi padre me obligue (nunca lo haría)”. Explica que “como cualquier persona, estoy en mi derecho de marchar por los derechos de los y las trabajadoras, sabiendo que en unos años me convertiré en una más”.

Le dice que “por verme al lado de mi papá buscó la ocasión de utilizarme como instrumento para criticarlo. Si su intención era juzgar el discurso de mi padre, lo cual es totalmente válido, podría haberlo hecho sin necesidad de mencionarme”.

Rechaza “enérgicamente” la afirmación de que “la hija del Presidente y los próximos ‘retoños del mandatario de turno’ deberíamos ser ‘invisibles’. (…) Al igual que cualquier otro civil, nuestra libertad llega hasta que afecta la del otro, y por aprovechar la oportunidad de aprender y apoyar a nuestros papás (independientemente de su trabajo) no estamos afectando a nadie”.

Dicha frase que emplea trae a mi memoria la pronunciada en México por Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.

La adolescente cierra su carta de respuesta afirmando que “en el caso del primero de mayo, yo era ‘invisible’ puesto que por más de que estuviera presente en el acto, la gente estaba pendiente del discurso de mi padre y de las reivindicaciones de los y las trabajadoras, no de mí (como tiene que ser). La que decidió que me volviera visible –una vez más– escribiendo este artículo fue usted”.

Felicitaciones a Antonella Petro por su dignidad y altura, de las que carece la columnista de la revista de cuyo nombre tampoco quiero acordarme.

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